Combate Maravilla Martínez, juegan Los Pumas, Manu Ginóbili acaricia a los 37 años otro anillo de la NBA, River tiene nuevo DT, Independiente se juega la vuelta, Riquelme la renovación y los barras amenazan y extorsionan. También hay final de Roland Garros y corre la Fórmula 1, pero ya nada parece importar. La Tierra toma forma definitiva de pelota. Brazuka, según el nuevo nombre que impone el negocio. Este jueves, ya era hora, comienza el Mundial de Brasil y tampoco importa ya si San Pablo, escenario de la apertura, sufre más caos que nunca, agobiada por huelgas, bloqueos y represión policial, en medio de imágenes que parecen avisar lo peor. Si hasta Joao Havelange, de 98 años, el viejo ex patrón de la FIFA que ayudó a llevar la Copa a Brasil, debió ser internado esta semana en un hospital de Río. La FIFA, no le quedó otra, toleró hasta lo indecible los atrasos en las obras. Ahora cruza los dedos para que, una vez que la pelota comience a rodar, todos hablemos de fútbol, imantados por la pelota.
Es cierto, ello dependerá ante todo de lo que ofrezca dentro de la cancha la selección de Brasil cuando este jueves inicie su sueño mundialista contra Croacia. Si su fútbol, silbado el viernes en su último amistoso, cambia y entusiasma, las protestas sociales, aunque continúen, perderán rating, con el riesgo, está claro, de que entonces se hagan más violentas para recuperar la escena.
Y todo, en una sociedad que reclama derechos legítimos por un lado, pero también en un país que, siempre habrá que recordarlo, celebrará elecciones presidenciales apenas tres meses después de terminado el torneo. Es decir, protestas que apuntan a las urnas. Y que acaso buscan más ruido que respuestas. El coctel explosivo formará parte del Congreso que la FIFA iniciará mañana en San Pablo, en medio de su propia interna, con Joseph Blatter que lanzará su enésima reelección para 2015, pese a la oposición de poderosos países europeos, liderados por Michel Platini.
Europa, que dominó las definiciones de las dos últimas Copas, intuye que Brasil 2014, la vuelta de los Mundiales a Sudamérica después de 36 años, será un torneo difícil, dentro y fuera de la cancha. La bajas el viernes pasado del francés Frank Ribéry y del alemán Marco Reus marcaron nuevos golpes para Europa. España parece haber recuperado in extremis a Diego Costa, pero la baja de Thiago, que era el recambio ideal de Xavi, quitará fuerza a la renovación que precisa el campeón que dirige Vicente del Bosque. Alemania, Holanda y Portugal siguen en el orden de preferencias. Los lusos, condicionados a su vez por el físico ahora frágil de Cristiano Ronaldo, que dio todo por ganar Balón de Oro y Liga de Campeones en su lucha individual contra Leo Messi y ahora parece estar pagando precio, al menos en la previa del Mundial, al que llega entre algodones. Bélgica, finalmente, avisa como sorpresa.
Por Sudamérica, hasta Luiz “Felipao” Scolari, DT de Brasil, se anotó en la ilusión de una final contra Argentina. Parece ser el lugar común en la previa. Si hasta pusieron un cartel de “futuros campeones” en las puertas de la concentración argentina en Belo Horizonte, donde también se repitieron protestas en las últimas horas por los gastos de la Copa y por el cierre de establecimientos educativos, con grupos pequeños de estudiantes bloqueando avenidas céntricas de la ciudad. El cartel de “futuros campeones” que puso allí alguien que sabe poco de fútbol (o que sabe demasiado e hizo una picardía) no suscitó debates en la prensa de Brasil. Lo más llamativo, en realidad, es que la concentración está vestida con los colores de Argentina, que son también los de Cruzeiro, rival principal del Atlético de Minas Gerais, dueño de la concentración blanquiceleste, una de las más bonitas en Brasil.
Tanto anuncio de final Brasil-Argentina me hace recordar al Mundial de Italia 90. Allí, había afiches de la previa que anunciaban una final europea, con jugadores de camisetas azules (supuestamente Italia) contra jugadores de camisetas blancas (supuestamente Alemania). Un tal Claudio Caniggia anotó de cabeza y luego un tal Sergio Goycochea atajó algunos penales. Y la final, entonces, se jugó sin el dueño de casa. Y no fue patrimonio europeo.
El ofensivo Chile del DT argentino Jorge Sampaoli, con Arturo Vidal y ahora Alexis Sánchez que llegan con lo justo; la Colombia más técnica de José Pekerman, sin Radamel Falcao, y el Uruguay siempre al acecho del Maestro Tabárez, con Luis Suárez también entre algodones, suman chances no sólo porque juegan cerca de casa, sino porque además tienen jugadores y equipo.
No parecen ser los casos de África, Asia y Concacaf, cuyas selecciones supieron de mejores momentos. Todo indica que las Copas Mundiales seguirán siendo por ahora un duelo Europa-Sudamérica.
Cerramos este artículo antes del amistoso de ayer ante Eslovenia, puro compromiso comercial en La Plata, pues Alejandro Sabella, no hay dudas, preferiría seguir trabajando a puertas cerradas, explotando al máximo los pocos días que le dejan a las selecciones para llegar en forma medianamente decente al Mundial. La ilusión está intacta por Messi, por sus socios de lujo, por algunos buenos momentos de rendimiento colectivo, por cercanía y, especialmente, porque la gloria de México 86 está cada vez más lejos. La edad de Messi y el Mundial cerca de casa indican que 2014 será siempre más atractivo que la próxima cita de Rusia 2018. Si recordamos la previa de México 86, pocos apostaban a lo que sucedió luego. Y todos teníamos motivos para hacerlo, porque el equipo no hallaba rumbo y porque, además, había fuertes discusiones internas, reuniones duras de un plantel que discutía todo y que dejaba afuera de la sala al DT Carlos Bilardo, desesperado por saber lo que sucedía paredes adentro, donde Diego Maradona dirimía liderazgos con Daniel Passarella.
No volvió a tocarse el tema, pero desde algunos medios se habló de que “algo se rompió” en la relación de Sabella con los jugadores tras la decisión del DT de excluir a Banega del plantel que viaja a Brasil. Cuidar a Messi, supuestamente enojado por la decisión, formó siempre parte del plan de Sabella, con toda lógica. Pero, en todo caso, la exclusión de Banega fue una clara decisión del entrenador. Es algo que suena lógico dentro de cualquier equipo, más allá de que eventuales diferencias se conviertan luego en tema de tapa, acaso porque la imagen de la selección nacional dejó de tener dueños privados y se convirtió en imagen pública. Si México 86 cerró con gloria pese a tanta incertidumbre previa, Brasil 2014, que arranca con una base supuestamente más sólida, invita a la ilusión. Eso dicen que es el fútbol. Una fábrica de ilusiones. El jueves se pondrá en marcha la máquina.